Descubre Polinesia Francesa
Polinesia Francesa
Aguas turquesas bañan playas de arena fina, luz blanca y radiante, brisa con aroma de monoi y vainilla… En Polinesia Francesa se cumple la promesa de encontrar la paz.
La Polinesia Francesa es un lugar de gran calma y espiritualidad.
Su paisaje paradisíaco esconde en los rincones más bellos secretos y leyendas por descubrir. Un viaje de celebración de la vida; un océano infinito de islas, con irisaciones cromáticas visuales en contraste con los fondos marinos de playas de arena negra volcánica, coral o blanca. Un paisaje rodeado de montañas que generan espectaculares saltos de agua y cascadas que fluyen sobre una selva esmeralda. Viaja con Utópica a este inolvidable destino repleto de espiritualidad, ritos ancestrales, danzas y esencias que permanecerán en tu memoria para siempre.
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Tetiaroa, el amor sagrado de Marlon Brando.
Hay algunos lugares que hechizan al visitante de inmediato, este es el caso de Tetiaroa; venerada por los tahitianos como lugar sagrado, es un santuario para aves, tortugas y todo tipo de especies marinas. Este atolón con playas de arena blanca y cocoteros era el lugar de vacaciones reservado para la realeza tahitiana. No resulta sorprendente que Marlon Brando se enamorase del lugar durante el rodaje de Motín a bordo en 1960 y que más tarde se convirtiese en su propietario.
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Tras el recuerdo De Gauguin y de Jacques Brel. Isla de Hiva Oa.
Paul Gauguin en 1901 y Jacques Brel en 1975 acudieron a Hiva Oa en busca de algo que se asemejaba a la paz interior, una sensación inexplicable que todos los viajeros experimentan en este lugar. Es por ello que sus tumbas reposan en el cementerio de El Calvaire, perfumado por el suave aroma de los frangipanis y situado frente a la serena bahía de Taaoa. No podemos perdernos la reconstitución de la célebre “Casa del Placer” de Gauguin, un pequeño museo dedicado a él, su vida, sus obras y su casa.
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Taha’a, La isla de Vainilla.
La vida se ralentiza en la isla Taha’a. La sencilla belleza de esta isla en forma de flor se debe a sus suaves montañas, rodeada por minúsculos motu, atolones con pequeñas playas paradisíacas de arena blanca y brillante. Sopla una brisa perfumada en vainilla que desciende de laderas repletas de cultivos de esta especia. Los suaves aromas se extienden por el océano anunciando la presencia de la isla mucho antes de que surja en el horizonte.