Abrí los ojos, me desperecé y traté de poner toda la atención en la rutina diaria, que simplemente se basaba en salir del saco de dormir lo más rápido posible, vestirme y recoger el neceser para salir disparado al cuarto de baño, todo esto, con el mayor sigilo posible.
Estaba en Dingboche, en el parque nacional de Sagarmatha, camino del campo base del Everest, llevábamos 5 días caminando y parecía que había pasado un mes, estábamos a más de 4.500 metros y nos esperaba otra noche en este pueblo de poco más de 200 habitantes.
En estas circunstancias es donde te empiezas a hacer la retórica pregunta, ¿Qué hago yo aquí?, ¿realmente merece la pena?, la respuesta se contestaba por si sola al salir del Lodge y contemplar el Ama Dablam, coloso de casi 7.000 metros que nos llevaba hipnotizando ya varios días.
Hoy realmente era un día de descanso y aclimatación, por lo cual, no hacía falta ni madrugar ni preparar la mochila para repartir los pesos junto a Nuru Sherpa, nuestro porteador ya amigo y compañero de batallas. Aun así, nos levantamos pronto para desayunar, habíamos cenado relativamente pronto para los horarios que acostumbramos en España y el desayuno, basado en Té o Café y tortilla al gusto con pan tibetano, era una auténtica delicia a esa altitud, añadido al confort que da tomarlo junto a la chimenea del comedor del Lodge.