"Ver Nápoles y luego morir"

"Ver Nápoles y luego morir"

Long Weekend en la ciudad más vibrante del mundo.

Enumerar la lista de adjetivos para definir la ciudad que Goethe consideró indispensable visitar en esta vida, resultaría interminable y aún así faltaría alguno más, escondido entre las ocurrentes palabras de la simpática lengua napolitana.

Rebelde, caótica, apasionada, alborotada, vibrante, atrevida y sofisticada hasta en la pobreza, Nápoles toca al mismo tiempo el corazón y el instinto de alegre supervivencia, abrazando con su generosa y salvaje alma partenopea a sus visitantes.

Rebelde, caótica, apasionada, alborotada, vibrante, atrevida y sofisticada hasta en la pobreza, Nápoles toca al mismo tiempo el corazón y el instinto de alegre supervivencia.

La pulsión de vida en Nápoles es tan fuerte que si uno se entrega a su gente, a su gastronomía, a sus ocurrentes tradiciones, a su arte y a su milenaria historia, el afecto que devuelve es tan puro que se las ingenia siempre para conmovernos. A veces, hasta permite que se nos caiga un lagrimón de “nostalgia anticipada”. Con tanta intensidad de contradicciones, de más está decir que Nápoles esconde en cada esquina mil y una leyendas. ¿Nos aventuramos a descubrir alguna de ellas?

Cuando se acerca el atardecer, otro espectáculo es bajar desde el centro de la ciudad hacia el mar, hacia la zona de Chiaia

Nápoles

DÍA 1 . LLEGADA A NÁPOLES: INSPIRO Y EXHALO

La fama de ser “una ciudad atrevida” no impide que su golfo sea uno de los más hermosos del mundo, por lo que no se le haría justicia si el recorrido no comenzase con un paseo a pie por el Lungomare Caracciolo, -o paseo marítimo- donde de acuerdo con la leyenda, la desconsolada sirena Partenope llegó nadando después de haber fracasado en el intento de seducir al impertérrito Ulises con su canto.

En esta caminata, no se puede dejar de observar la belleza de la perfecta armonía entre la exuberante naturaleza dominada por el Mediterráneo y el Vesubio, y la barroca arquitectura costera de donde emerge como una isla flotante el Castel dell Ovo, más una fortaleza que un castillo.

Afortunadamente, aún con el Vesubio en la retaguardia, el huevo sigue intacto. La ciudad está construida sobre tres anillos paralelos que interactúan con su escarpada geografía, como si se tratase de una obra de arte tocada por la mano de Dios. En Nápoles sobran las vistas que quitan el aliento. El recorrido del lungomare lleva directamente a la Piazza Plebiscito, la más importante de la ciudad por su sobria elegancia y amplia dimensión.

Después de esta caminata revitalizadora, es imprescindible sentarse a hacer una pausa en uno de los cafés más icónicos del mundo: el majestuoso café Gambrinus fundado en 1860, frecuentado desde entonces por personalidades intelectuales que han dejado huella en el mundo como Gabriele D’ Annunzio, Totò, Jean Paul Sartre, Oscar Wilde y Ernest Heminway entre otros. En este lugar se puede dejar pago en la caja, un café para aquellos que lo necesiten y no tengan dinero para comprarlo. Los tickets “pendientes” quedan colgados a la vista, detrás de la caja. La cantidad de tickets deja en claro una de las cualidades que más caracteriza a los napolitanos: la solidaridad.

Nápoles

Desde el café Gambrinus, se puede continuar por Via Toledo (una de las arterias comerciales más importantes de la ciudad) hasta llegar al Quartiere Spagnolo, reconocido a través de tantas películas por la particularidad de la ropa colgada en tirantes, desde un balcón hasta el otro. La ciudad es muy bulliciosa y animada gracias a las bocinas y al efecto que producen las manos alrededor de la boca. Hasta ahora, las manos en esta posición se consideran el instrumento tecnológico más efectivo para comunicarse a viva voz con sus semejantes

Dentro de la cultura sacro-profana que la caracteriza, en este barrio popular el “dios Maradona” convive con la Casa di Santa Francesca, lugar donde cuentan que vivió esta santa milagrosa y a la que se puede visitar a cambio de una donación, para pedir algún favor especial. No obstante, cuenta la leyenda que Santa Francesca prefiere favorecer la gracia de traer nuevos niños al mundo.

Muy cerca de esta zona, vale la pena descender a la estación de metro TOLEDO, aunque solo sea por una parada. Llamada “Paradiso”, la estación Toledo concebida por el arquitecto Oscar Tusquets, ganó sucesivos premios internacionales por la originalidad de su arquitectura dentro de la profundidad de la tierra. No olvidemos que la próxima parada de metro se llama DANTE y la dinámica del poeta florentino entre el cielo y el infierno, está muy presente en la sociedad italiana. Especialmente en Nápoles.

Desde Piazza Dante, se accede fácilmente a pie hasta llegar a Via dei Tribunali donde se encuentra el barrio de los “pastores”, San Gregorio Armeno. Aquí se concentran una al lado de la otra, una cantidad de “bottegas” artesanales donde a través de generaciones, los artistas diseñan y colorean en todas las dimensiones, las tradicionales figuras de los pesebres napolitanos, mezcladas con personajes públicos.

No existe la posibilidad de viajar a Nápoles y no probar su inigualable pizza. En la zona de Via dei Tribunali existen varias pizzerías famosas, como la de Gino e Totò Sorbillo, o la da Michele. En realidad, en Nápoles la pizza, aún la que es callejera y frita, es buena en todas partes. Al César lo que es del César y a Nápoles, la pizza.

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DÍA 2. ENTRE EL CIELO Y EL INFIERNO

El recorrido sigue con la presencia del cinematográfico Palazzo Sanfelice, donde se han filmado cantidad de películas y series de TV, hasta finalmente desembocar en el curioso “Cimitero delle Fontanelle”, el cementerio que no es cementerio, aunque esté lleno de esqueletos.

El Cimitero delle Fontanelle es un depósito de huesos muy bien ordenado: los fémur con los fémur, las costillas con las costillas, los cráneos con los cráneos. Son huesos de miles y miles de ilustres desconocidos que murieron en la época de la peste negra y en el siglo XIX, alguien tuvo la idea de apilarlos en orden y dejarlos a la vista, obviamente no con fines espirituales, pero sí en cambio, profanos y utilitarios. Cuenta la leyenda que en una noche de tormenta, uno de estos cráneos susurró a la persona que ordenaba los huesos, los números que iban a salir en la próxima lotería. Curiosamente, lejos de salir corriendo despavorido, el hombre permaneció atento al mensaje y haciéndole caso a “su cráneo parlanchín”, había ganado el premio mayor por seguir su consejo. Como en Nápoles todo tiene un propósito de dar y recibir, a cambio, “el cráneo” le había pedido que lo adoptara y le diera un nombre, colocando en señal de ello, una moneda en la coronilla. Gran parte de la población, deseosa de conseguir este tipo de beneficio, corrió al osario a apoderarse de otros “cráneos parlanchines”, marcando a todos los elegidos con una moneda en el parietal frontal y dándoles a cada uno su nombre. Aunque evidentemente no todos los cráneos hicieron ganar la lotería a sus amos.

Al salir del rione Sanità, vale la pena llegar hasta la Via Duomo, donde se encuentra la catedral de la ciudad, dedicada al amado santo protector San Gennaro, quien impidiera en varias ocasiones que la lava del Vesubio cubriera la ciudad y la hiciera desaparecer como Pompeya y Herculano.

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Como todo lo que sucede en Nápoles es diferente, San Gennaro también tiene su modo poco tradicional de ser adorado. Aunque genere total devoción entre toda la población local y la grandísima diáspora napolitana en el mundo, días previos al 19 de setiembre, fecha en la que se debe producir el milagro de licuar su sangre para la protección de su gente, San Gennaro es el único santo en el mundo al que sus fieles tienen permitido insultar dentro de su propia iglesia, especialmente las mujeres.

Después de visitar las catacumbas, otro lugar fascinante que revela las muchas ciudades que existieron siglos antes de Cristo, antes de llegar al “Cielo” o a la parte más alta de la ciudad, recomendamos visitar la Cappella Sansevero concebida por el Príncipe Sansevero, un personaje particular al que se le atribuían poderes mágicos vinculados con el más allá. En esta capilla se puede admirar una de las obras más perfectas realizadas en mármol, el famoso Cristo Velato donde increíblemente se siente la textura del velo, aunque esté realizado de un material tan duro como el mármol. A la salida, una parada obligatoria en la iglesia de San Domenico Maggiore donde estudió Santo Tomás de Aquino y para contrastar con lo profano, cruzar después a una de las Pasticceria más antiguas de la ciudad, SCATURCCHIO, donde se pueden degustar los deliciosos dulces napolitanos como las “sfogliatelle” de crema o de ricotta, o los tradicionales babà al rum.

Cuando se acerca el atardecer, otro espectáculo es bajar desde el centro de la ciudad hacia el mar, hacia la zona de Chiaia, especialmente a Piazza dei Martiri y Via dei Mille, donde se encuentran los negocios más elegantes de la ciudad. En uno de los tantos bares, poblados de gente elegante y conversadora, el aperitivo es un must antes de pasar a la cena en cualquiera de las tradicionales Osteria o Trattoria del lugar para degustar un menú basado en la tradicional cocina napolitana.

DÍA 3. ¡HASTA EXISTE EL SILENCIO!

No podemos partir de Nápoles sin dejar de visitar el único refugio silencioso en el corazón de la bulliciosa ciudad. Se trata del majestuoso CLAUSTRO DE SANTA CHIARA dentro de la iglesia que lleva el mismo nombre. Con árboles milenarios y bancos pintados con el característico diseño que se conoce como “mayólica”, el claustro es un lugar maravilloso para sentir el verdadero respiro amable y encantador que tiene esta ciudad.

Sentarse en uno de sus bancos con la paz que allí se respira, es un momento ideal para dejar que todas las emociones vividas en las últimas horas, puedan aflorar libremente. A la salida del claustro, si hace calor, recomendamos ir a saborear un helado de crema de higos y pistacchio. Y si hace frío, también. Los helados artesanales son deliciosos y una experiencia de este tipo no se puede perder dependiendo de la temperatura. Antes de regresar al aeropuerto, se puede hacer una rápida escapada en funicular al Vomero, el barrio más alto de la ciudad. Considerando la estructura de los tres anillos, el funicular es el medio más fácil y rápido de pasar de un anillo al otro.